Todos hemos experimentado dolor alguna vez, física o emocionalmente. Sin embargo, existen dos clases diferentes de dolor, que surgen de dos “lugares” muy distintos. A uno lo llamamos dolor real, y al otro, dolor imaginario o, más comúnmente, sufrimiento.

El sufrimiento siempre es generado por nuestra resistencia inconsciente al dolor real, pero el dolor real no requiere sufrimiento. Cuando hablamos de dolor, nos referimos a un concepto amplio de dolor, definido como una contracción de energía.

Podemos experimentar dolor en diferentes niveles: físico, emocional o espiritual. De hecho, cuando escuchamos la palabra dolor, a menudo pensamos en manifestaciones agudas, físicas o emocionales. El dolor también puede ser descrito como incomodidad, tensión, estrés, o ser percibido como algo extemporáneo o “fuera de lugar”. Dolor es cualquier cosa que nos impida sentirnos bien con nosotros mismos o no se sienta bien dentro de nosotros.

Dolor real

El dolor real es lo que sentimos, por ejemplo, al lastimarnos un pie. Las señales de la herida sufrida son detectadas inmediatamente por diminutos receptores en las terminales nerviosas del órgano o de la parte afectada. Cuando hay dolor real, la sensación sentida es la respuesta de nuestro cerebro a los cambios electroquímicos (o neuronales-hormonales) en el área donde ha ocurrido la herida.
En el plano emocional o psíquico experimentamos dolor real cuando perdemos a alguien (incluso a un animal) a quien queríamos o que era muy cercano a nosotros. Aunque invisibles a los ojos humanos, los lazos y conexiones que teníamos con esa persona o ese animal eran muy reales. Ese tipo de pérdida puede doler profundamente, como si nos hubieran arrancado algo de nosotros mismos.

Cuando hay dolor real, lo más importante es reconocerlo,darle espacio y sentirlo en toda su magnitud. El dolor no es algo agradable y no deberíamos esperar que lo fuera. Al darle espacio y sentirlo, le damos la posibilidad de que se mueva, circule y se transforme. La reacción condicionada de negar y resistir el dolor no hace más que profundizarlo y terminamos guardándolo en nuestro cuerpo para más tarde. Ignorar el dolor o alejar nuestra atención de él sólo hace que se perpetúe.

Dolor imaginario
Además existe lo que llamamos dolor imaginario. Desafortunadamente, la mayor parte del dolor que sentimos los seres humanos es de esta clase. El dolor imaginario tiene su origen en la mente. Cuando digo la mente me refiero a esa parte nuestra que racionaliza, opina e interpreta todo lo que acontece, sobre la base de un sistema de creencias dado. Así, la mente decide si lo que percibe es “bueno” o “malo”.

Cuando el dolor imaginario se dispara, duele porque nuestra mente ha declarado un estado de emergencia interno sobre la base de creencias y decisiones elaboradas durante experiencias dolorosas del pasado. El dolor imaginario surge en la mente e inmediatamente es transmitido al cuerpo, causando todo tipo de problemas, porque con frecuencia se queda allí estancado, sin ser explorado ni procesado.

Siempre que hay dolor imaginario, hay una mente que lo genera y un cuerpo físico y emocional que dispara sensaciones y sentimientos que quieren moverse. Lo mental se convierte así en físico, confundiendo, distorsionando y resistiendo lo que ha sido real en el pasado y lo que es real en el momento presente.

Si reeducamos nuestra mente y reprogramamos nuestros pensamientos, las creencias y decisiones que crean dolor se pueden desactivar y lo que llamamos sufrimiento se irá con ellas.