No nos olvidemos de esto: la conciencia espiritual y el pensamiento humano son dos cosas totalmente diferentes. El pensamiento puede empezar la búsqueda pero no puede descubrir lo que es real. La mente humana puede desplegar las velas y comenzar el viaje, pero luego debe hacerse a un lado y descansar, dejando que los vientos de la Verdad nos lleven a destino. Vernon Howard

El dolor puede irrumpir en nuestras vidas de muchas maneras.

Resistir el dolor es, sobre todo, negar que ya está con nosotros y luchar a ciegas contra lo que está pasando. Pero pelearse con el dolor es pelearse con la realidad y, de acuerdo con nuestra experiencia, pelear contra la realidad es casi siempre un mal negocio.

Para comprender la inutilidad de la resistencia al dolor, puedes pensar en una rueda por la que corre un hámster. Imagina que uno de los barrotes de la rueda tiene la etiqueta dolor. Independientemente de cuál sea el barrote por el que empiece a correr el hámster, siempre pasará por el barrote dolor. Tanto si corre hacia él como si se aleja, a él volverá tarde o temprano; y, cuanto más rápido corra, más rápido regresará a dolor.

Como el gozo y el placer, el dolor es parte de la vida humana. Y nuestra vida es como una de esas ruedas, una gran rueda construida con las muchas y diferentes experiencias que necesitamos vivir.

Lo mejor que podemos hacer para evitar el sufrimiento es permitir que las cosas pasen y abrazar nuestra vida. No obstante, permitir que las cosas pasen no significa que nos gusten o que estemos de acuerdo con ellas. Tampoco significa que no debamos intentar nada para cambiarlo. Para honrar nuestra vida y definitivamente abrazar nuestra vida no es necesario que lo que nos sucede nos agrade. Abrazar, amar y honrar nuestra vida sólo significa estar presentes y sentir con toda nuestra conciencia cualquier sentimiento que experimentemos en un determinado instante. Estar presente no significa detener la mente, sino observarla y, desde ese lugar de contemplación y presencia, abrazar nuestra vida tal cual es y hacernos sus aliados, no sus adversarios.

La vida está siendo creada momento a momento y está siendo apoyada por el universo en su totalidad. No podría ser de otra manera.

Las ideas de lo que debería ser nuestra vida surgen de esa identidad artificial que llamamos auto-imagen, que utiliza a nuestra mente para generar una nueva fantasía tras otra, que son los obstáculos para abrazar lo que realmente está pasando.

Aliarse al universo, del que indudablemente somos parte, y fluir en la incesante creación de aquello que llamamos nuestra vida constituye un acto poderosa y profundamente sabio. Cuando nuestro centro de gravedad energético está alineado con el flujo de la vida, podemos sentir amor, poder y libertad. Y somos entonces como una gota de agua que celebra ser parte del océano.

Extraído del libro La Memoria en las Celulas. Editorial Kier.

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